lunes, 26 de agosto de 2013

LA CONDENA ESPAÑOLA



Como ya sabemos, la balanza de pagos es simplemente el instrumento contable que se utiliza para poner de manifiesto cuál es nuestra posición frente al exterior, de tal forma que mediante su análisis podemos concluir si nuestra economía tiene una posición deudora o acreedora frente al resto del mundo, si tenemos capacidad de financiación en nuestras relaciones internacionales, cuáles son las actividades que resultan más atractivas fuera de nuestras fronteras o, por el contrario, aquellos casos en los que la oferta extranjera resulta más atractiva para nuestros nacionales.

Recientemente ha sido enarbolado con sumo artificio el hecho de que nuestra economía se encuentre en una situación de aproximación al superávit, sin embargo, deberíamos preguntarnos acerca de las consecuencias de esta situación, sin olvidarnos de las connotaciones positivas que comúnmente tiene la palabra superávit en el español medio, que no necesariamente tiene que ser un experto en teoría económica.

Partiendo de esta exposición, cabe destacar que, como muchas otras materias de estudio económico, el hecho de encontrarnos en una posición de superávit no es ni bueno, ni malo. La respuesta a esta disyuntiva es, como resulta habitual en economía: “depende”.

¿Qué supone que nuestra balanza tenga posición de superávit? Desde luego que resulta muy positivo que nuestra oferta nacional se vea con buenos ojos en el exterior, que nuestro tejido industrial produzca y que se coloque esta oferta. Llegados a este punto planteo otra pregunta cuya respuesta no niego que pueda inducirse dirigida: ¿Nuestro tejido productivo es tan competitivo que, además de satisfacer nuestra demanda interna de forma suficiente, es extraordinariamente demandado y valorado en el extranjero, lo que genera situación de superávit? O, por el contrario ¿Son nuestros empresarios los que no tienen otra opción que posicionarse en el extranjero , buscando nichos de mercado y segmentos fuera de nuestras fronteras porque la demanda interna ha legado a tal punto que no puede sostener un nivel de producción que sea óptimo a sus intereses? Mucho me temo que la respuesta a la situación de superávit se encuentra mucho más en consonancia con esta segunda pregunta, y que, aunque debamos de luchar por no perder cierto grado de optimismo para la superación de la situación de depresión en que nos encontramos, tampoco conviene que seamos completos marcianos a la situación real en que se encuentra nuestro tejido empresarial y que se pongan en nuestro conocimiento de forma transparente todos los datos que nos llevan a una determinada situación para que cada uno de forma independiente y razonada llegue a sus propias conclusiones.

Sin ánimo de mostrarme radical ni de caer en la problemática de antiguos pensamientos de economías de completo autoabastecimiento y cerradas al comercio exterior, es preciso que consideremos que tampoco es razonable que el sostenimiento de un sistema productivo se base principalmente en la demanda exterior, más aún cuando hemos cedido un instrumento de política económica tan importante como la política monetaria. Resaltar que en gran medida nuestra oferta exterior será mejor o peor vista en función de que a nuestros consumidores les resulte más barato o menos el cambio entre su moneda y el Euro, por lo que estamos dependiendo de manera bastante importante de un parámetro que no controlamos y que, desde un punto de vista personal me hace sentir cierto grado de incertidumbre acerca de su posible mantenimiento más allá de perspectivas meramente cortoplacistas.

En conclusión, y sin querer caer en extremismos, resulta positivo que nuestras empresas sean conocidas en el exterior y nuestra oferta bien valorada en el extranjero, pero sí que quiero incentivar cierto grado de crítica con los datos e información que nos proporciona nuestro entramado económico-legislativo-político que, desgraciadamente y con independencia de colores o tendencias, no viene a ser todo lo cristalino que debiera en la mayoría de los casos.

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